domingo, 6 de diciembre de 2009

Graffiti - qué diría Julio de esto....?

"Toda mirada alude imaginariamente a un deseo. Activa la fantasía. Desencadena figuralmente el fantasma individual o colectivo. El graffiti se exhibe. Quiere ser mirado desde antes de materializarse. Por eso es utópico. Se muestra a la mirada cómplice pero enfrenta a esa otra mirada reglamentada por la moral oficial que "viendo sin ver" pone en marcha un aparato de sanción ético - legal que transforma a estas exhibiciones en escándalos groseros. Escándalo viene de escandir, sajar, cortar.
Así pues, a la representación misma la acompaña un gesto que toma distancia, que demarca antagonismo, que pervierte un orden exterior a la inscripción, que zanja diferencias. Asimismo, desde su fugaz estructuración, el graffiti está anímicamente predispuesto al contacto emotivo con la mirada cómplice que construye. Por eso es expresión, comunicación, pero también combate. El otro lado de la simpatía cómplice es la antipatía que profesa frente a cualquier poder constituído.
Los sectores de la ciudad se configuran como escenarios de irrupción a ser teñidos imprevista y súbitamente en su decorado por las pintas. Estas transforman la escenografía urbana. Distraen y confunden a los actores, desfiguran la rutina de sus recorridos espaciales, les imponen otro ritmo, reinvindican el azar y el asombro frente a lo obligatorio y el aburrimiento. El sujeto productor está harto de que nada ocurra, de que nada cambie. Está asfixiado por el dogma, por el tabú; por eso restituye lo siniestro, desoculta lo soterrado, expresa lo "bajo", exalta lo sexual, festeja lo marginal. De ahí que el destinatario no puede ser indiferente: la pinta genera rechazo, asco, polémica, risa o adhesión; en suma, mueve, remueve, conmueve."




Oscar Quezada
"Los tatuajes de la ciudad: Graffiti en Lima"
Cultura y Sociedad S.R.L.
Lima, Perú - 1998

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